Según la cultura japonesa todos tenemos nuestro Ikigai, que se puede traducir como “La razón que hace que nos levantemos cada mañana”
Algo esencial a desarrollar en la vida de cada persona y que no está sujeto a edades. Esto y a una alimentación consciente es lo que en Japón atribuyen a la longevidad.
Es lógico, si lo piensas, cuando haces lo que has venido a hacer uno conecta con su esencia, y se es más feliz. Yo creo que uno puede tener uno o varios ikigai y qué a lo largo de la vida y caminando pueden surgir dones que ni uno puede imaginar, además este puede ir cambiando a lo largo de la vida. Eso somos, constante evolución.
Tener un don no significa que no tengas que trabajar sobre él.
Siempre me viene una frase de Picasso… “Que la inspiración te llegue trabajando”

Mirar adentro en el momento presente de vida y preguntarse, ¿Estoy haciendo algo que me produce pasión, que es un motor en mi vida, que sientes que estás donde tienes que estar…? Muchas veces la respuesta es que sabes que no estás donde te gustaría, sin embargo sabes que ello es necesario como parte del camino para alcanzar ese propósito.
Estar en tu Ikigai no significa que la vida sea color de rosa, o no tener que afrontar obstáculos.
Una cosa es que lo que haces, simplemente te guste y otra es que el realizarla te produzca pasión, sientas que tu alma se despliega abriéndose como una flor, y eso que brota, ese despliegue y lo que haces se convierten en la misma cosa…

Estar en tu Ikigai significa que haces algo que además de hacerlo bién, lo haces con pasión y te aporta PLENITUD.
También creo que uno puede reconocer que no está en su Ikigai, pero que su camino presente le está conduciendo a él, pudiendo ser algo más consciente o menos consciente.
La vida es muchas cosas… y elige para cada uno de nosotros procesos evolutivos diferentes. A veces luchamos hasta el final por algo que nunca va a ser y otras veces eso que queremos solo se consigue dándolo absolutamente todo. Creo que en la vida hay una parte que es fruto del trabajo constante y como consecuencia de nuestras acciones y otra parte es lo que la vida quiere para ti, y te pongas como te pongas ella tiene la última palabra Suéter en alpaca hecho a mano artesano
Escuchar la vida es un arte que se aprende a través de ampliar la mirada, de la atención; escuchar tu corazón, ver lo que la vida te pone delante, la difícil (al menos para mi) capacidad de discernir entre lo que sientes desde el alma, la intuición y lo que tu mente te está contando y te está haciendo sentir a través de tus emociones…
Yo soy de las que escucha mi cuerpo, como me siento ante ciertas situaciones. A lo largo de mi vida mis mayores equivocaciones han sido por no hacer caso a lo que mi cuerpo me estaba diciendo y mis mayores aciertos por seguir mi instinto.
Escuchar la vida nunca se aprende de todo, afortunadamente, si no donde estaría nuestro aprendizaje, si no a que vendríamos… lo que llamamos error y fracaso es a menudo nuestro más grande maestro…
Y todo esto no es más que mi visión, mi sentir, mi caminar, mis ganas de continuar, de saborear la vida, de mi cansancio, de mis heridas, de alcanzar mis sueños posibles y también los imposibles…

Y tú, mujer, mientras puedas leerme y yo pueda escribirte querrá decir que estamos a tiempo de hacer muchas cosas…
En descubrir Ikigais dormidos y de expandir el que ya nos tiene atrapadas para morir de amor con ese don.